Educación musical para la muerte y la construcción de espacios para seguir viviendo. En memoria de la gran maestra Violeta Hemsy de Gainza (1929-2023)

Sin pretender hacer un escrito sobre tanatología, y, como fiel creyente de la música como elemento transformador del espíritu, debo atraer la atención al muchas veces escondido tema de la muerte y su relación con el lenguaje musical. Desde la historia de la música occidental nos regresan a nuestra memoria la Misa de difuntos o, mejor conocida como los Réquiem(en latín). Compositores como Mozart, Verdi, Britten y Berlioz, entre otros se inspiraron en esta forma litúrgica de representar musicalmente su versión del momento del óbito y sus etapas atemporales. Sin contar las ceremonias mortuorias de las culturas del mundo donde el elemento sonoro tiene especial protagonismo. Diversidad de tempos, melodías, armonías, ritmos, timbres y silencios han sido utilizados por el ser humano en el devenir de los tiempos para mostrar el respeto por una vida que se marcha o que trasciende. La demostración sonora de ese instante también demarca un legado aceptado por una sociedad que se compromete con su perpetuidad. Además de la voz, los objetos sonoros o instrumentos musicales también adquieren una identidad con el que se nos va y nos deja sus sonidos. Un encuentro con nuestras interioridades que podrían generar experiencias mágicas e inolvidables.

Entre un grupo de aprendices de escuela primaria o secundaria el manejo del lenguaje musical provee al maestro u otros adultos cercanos una herramienta muy sutil para gestionar la información que se debe transmitir en momentos tan difíciles. El asunto de la muerte es muy complicado para muchos niños y jóvenes. Por lo tanto, debe entenderse de forma muy natural como el final de un círculo de vida. Cantar, ejecutar instrumentos musicales o meramente escuchar el llanto como uno de los sonidos de la tristeza que pueden ayudar el proceso de sanación ante el sentimiento de pérdida. El cuento de Catherine Payne y John Payne II, The song of the Bilembaotuyan puede ser un buen pretexto para explorar los significados de las reacciones ante un deceso. Para los docentes sensibles no es opción perder la oportunidad de formar a nuestros estudiantes en este o en ningún asunto que requiera de fortaleza espiritual o emocional.

Los educadores musicales podemos crear espacios artísticos como respuesta a las prácticas asociadas con la explicación cultural de la muerte. Por ejemplo, una propuesta musical que comunique el cambio de generación como uno de los efectos del deceso y el punto de nuevos comienzos. Ante este hecho los maestros y maestras de música no podemos perder de perspectiva que hay seres que cumplieron su misión de vida y su obra nos acompañará por mucho tiempo. El reciente fallecimiento de la gran maestra argentina Violeta Hemsy de Gainza así lo evidencia. Hoy la recordamos y, porqué no, la lloramos. Tuve el privilegio de aprender de música, su enseñanza y de un sinfín de cosas que jamás podre dejar de agradecerle. Su amistad y su amor fueron parte del consejo más oportuno. Como su cómplice en la pasión por la música, seguiré proclamando, junto a todos los colegas que la valoramos, que la educación musical es un derecho humano y que a través de su ejercicio nos preparará para enfrentar la vida y la muerte con seguridad de propósito y misión existencial.