Maestros de música contra la pared. Los principios formadores de la educación musical frente a la ideología de la competencia en la escuela

En mi experiencia como educador musical por más de 30 años el concepto de competencia ha sufrido varias transformaciones. Sin embargo, nunca antes el reconocimiento de que en el arte musical debía pasar por un proceso de formación en donde la memorización o el dominio de la teoría no constituían el fin del aprendizaje había estado tan asediado. Situación que no sorprende por los cambios políticos mundiales y la tendencia a favorecer el principio que concibe la competencia económica como base para la educación de una sociedad.

La música es parte de los ofrecimientos de la escuela porque sencillamente es una experiencia medular en la educación de cualquier ser humano. Para garantizar ese derecho, muchos de nosotros hemos hecho algunas negociaciones en materia de evaluación para insertar la experiencia musical como una materia de igual importancia. Es importante plantear enfáticamente que esto no constituye la entrega de nuestros principios artístico-pedagógicos a los vaivenes de la sociedad de consumo o a las exigencias del mercado. Podemos observar esta tendencia en la organización centralizada de plataformas de planificación, calificación y rúbricas, reglamentos generalizados y un sistema de expectativas para el éxito en la competencia. Elemento fundamental de la agenda neoliberal de imponer lo cuantificable como la representación de la enseñanza, lo auditable y lo performativo sobre el proceso de aprendizaje-enseñanza mismo.

La ideología de competencia restringe la gestión educativa docente y limita la creatividad del maestro de música. Por consiguiente, ignora los contenidos, el propósito y la relación que deben tener los dicentes con el autoaprendizaje. Los cuestionamientos básicos en el desarrollo del pensamiento crítico como el qué, el por qué, el cuándo, el dónde y de quién proviene la información también son extinguidos en perjuicio de la formación del estudiantado. Por lo tanto, pretende enfocar todo el esfuerzo del especialista a un ejercicio meramente instruccional y de cumplimiento con estándares y compromisos de conciertos o presentaciones preestablecidas.

En un espacio libre de esta ideología, la enseñanza de la música expande sus experiencias a la improvisación, la creatividad, la composición, la exploración de músicas del mundo, las diversas formas de musicar, entre otras, sin perder el objetivo de elevar el desarrollo artístico de los estudiantes según su contexto comunitario. Además de tener libertad de elección sin responder a las demandas de la estructura competitiva que construyen las instituciones, las familias o el estado. En donde en muchos casos se pone en tela de juicio el criterio del docente para calificar, presionándolo para hacer cambios sin mediar argumentos fundamentados en la evidencia.

Utilizo las palabras de Sean Robert Powell en su libro The ideology of competition in school music education (2023), para reafirmar que quien decide la mejor experiencia musical para el estudiantado es el profesional designado para ello. No podemos ceder un paso en resistir cualquier imposición de ideologías que pertenecen solo a quien las posee. Lo primordial es velar por el dominio de las destrezas, conocimientos y valores de la música, el desarrollo de sus prácticas actuales y promover el sentido de la subjetividad y la humanidad de nuestros estudiantes.