Una navidad sin Belén. Las actividades navideñas sin invisibilizar el conflicto Palestino-iraelí.

Durante la época navideña se multiplica la gestión de los educadores musicales en todos los contextos imaginables. Cada colegio, escuela o institución educativa vuelve a cantar y desempolvar el repertorio navideño guardado por diez meses. Un vuelco hacia el enfoque performativo de la música sin detenernos al porqué. Todos los villancicos, canciones populares u obras clásicas alusivas a la ocasión, pierden su relevancia en el contexto del conflicto bélico que mancha de sangre los territorios a los que se alude como noches mágicas en donde el amor y la esperanza alcanzan las mayores añoranzas. Una realidad muy lejos de la inspiración de esa noche. 

Seguramente con estos vientos de guerra el burrito sabanero no emprendería el camino a Belén y los magos de oriente permanecerían en sus ciudades de origen. Además, los pastores serian detenidos en los puestos de vigilancia israelíes para tramitar el permiso especial para entrar en Jerusalén y la oveja y el buey ocuparían la mesa de los soldados en batalla. Sin mencionar el hecho de que José y María no llegarían a tiempo al punto de encuentro con todos los protagonistas de la escena navideña y habría que esperar el alumbramiento de Jesús en algún campo de refugiados en espera para llegar a Egipto. 

Problematizo estos temas con la intención de recalcar que la música se apodera de nuestras historias personales y luego se refleja en nuestra oferta escolar. Movidos por tradiciones en unos casos o por las exigencias de los centros de trabajo. Como educadores tenemos la responsabilidad de replantearnos los contenidos musicales que presentaremos, tomando en cuenta el preservar la tradición y el contextualizarla. Dando una nueva dimensión a nuestra oferta educativa. En el estado israelí conviven judíos, árabes, palestinos, ortodoxos, israelíes, cristianos, musulmanes, entre otros. Nuestra gran aportación consistiría en contrarrestar el bombardeo mediático de discurso binarista de buenos y malos y presentar nuevas opciones para definir y rescribir nuestra propia cultura. 

 Nili Belkind, etnomusicóloga y autora de Music in Conflict: Palestine, Israel, and the Aesthetics of Production (2021), menciona que en tiempos de guerra como este la música enmudece. Refiriéndose a las granadas aturdidoras, petardos, motos a toda velocidad, tiroteos, helicópteros, sirenas, cohetes en descenso, gritos de "allahu akbar" y niños llorando que acompañan la cotidianidad sonora de muchos pueblos en Palestina. Paisaje sonoro que, en no pocas ocasiones, acompañan algunas de las producciones de música popular palestina. 

Belkind también menciona la industria de la paz como una estrategia mediática para obligar a asumir bandos y limitar el análisis profundo. Sin duda, el ser humano valora la paz, pero en algunas ocasiones los sacrificios para lograrla o los derechos que cede alcanzan un precio muy elevado. Sin embargo, cuando alguien lo denuncia ya existe el adjetivo de grinch como el término muy conveniente para acallar la conciencia del que coexiste ante el que resiste con su lucha. Después de todo este personaje anti-navidad nos ofrece una oportunidad desde la crítica. Tomemos los espacios para la ejecución y creación musical escolar entre lo político y cultural, lo predeterminado y lo emergente y lo nativo y colonial.

La colección de canciones que utilizamos anualmente podría representar la construcción de una paz desde una perspectiva meramente occidental, muy distante del sentir de los pueblos en conflicto. En muchos casos con una carga evangelizadora o con motivos musicales para incitar al consumo desmedido.  Por eso debemos desafiar y aprovechar esta coyuntura de los acontecimientos para desarrollar nuestros programas y conciertos navideños como muestra de nuestro compromiso con la paz, pero sin invisibilizar las realidades de las naciones que la reclaman.