Los lobos de Pedro. Prokofiev, Ucrania y la música entre guerras.

El conflicto armado del momento nos dirige la atención hacia suelo ruso. Un territorio con un mapa geopolítico tan cambiante que podría nublar el entendimiento de sus propósitos. Por eso y, en un acto de salvamento ideológico, una mirada desde la educación musical urge para poner el oído en tierra a través de una revisita con una escucha informada y actualizada del cuento musical Pedro y el lobo del insigne compositor ucraniano Sergei Prokofiev. Desde esa nueva perspectiva podremos recorrer espacios que sucumbieron ante la obstinación de un narrador que nos ordenaba imbuirnos en las peripecias sonoras de un clarinete con características felinas, un oboe en forma de pato y un pájaro que cedió a una flauta su derecho a cantar. Al momento del estreno en 1936 no tuvo el apoyo esperado del público, pero luego se convirtió en un clásico dentro y fuera de la Unión Soviética. El protagonista del cuento original de Prokofiev se llamó Pedro el pionero, en alusión a la organización de Jóvenes Pioneros de Stalin. Detalle que en la aclamada versión de Disney queda totalmente oculto. Este dato no implica al compositor como aliado comunista, simplemente aceptó el reconocimiento por parte del estado Soviético por razones de una estrategia mediática que rindió grandes frutos.

Las moralejas intercambiables que iniciaron con el cuento El pastorcillo mentiroso y que, en no pocas ocasiones también se le confunde con Pedro y el lobo, apuestan a cambios de rol por parte del personaje del Lobo. En esta versión el pastorcillo se divierte con una población atemorizada por un Lobo y que le valió la desconfianza de su gente en un momento crucial. En un cambio de villano a héroe, el Lobo se convierte en el Goliath vencido por un niño valiente e inteligente pero desobediente. Una hazaña respaldada por un cuarteto clásico de cuerdas frotadas en afinación griega.

Del otro lado está el Lobo defendiendo su territorio natural y los recursos que necesita para su supervivencia. En ánimo de opacar o callar las trompas francesas imaginemos la respiración agitada, el ritmo del corazón y la cualidad de los ladridos de este villano inducido como índice de sus verdaderas intenciones. Un Lobo que, en contexto presente, también anunciaba un cambio climático por tantos años y que ante la inminencia de sus advertencias fue atacado por una población manipulada para no extrañar el silencio del viento o la elocuencia del agua.

Estas fuentes sonoras pueden dar un giro a nuestra nueva escucha y nos podrían ubicar en una posición menos segura para escoger un agresor y un agredido.

Los personajes del abuelo, los cazadores y los habitantes de la villa que sirve de escenario para esta obra músico-teatral, que muy bien podría estar inspirada en el lugar de nacimiento del compositor (Sontsovka, Ucrania) también constituyen una pieza en el juego del Lobo que como gran animal expansionista desplaza y devora todo lo que se encuentra su paso.

Pedro y el lobo es un ejemplo de muchos de lo podríamos llamar la música entre guerras. Un recurso didáctico cuyas inspiraciones pueden develar viejas estrategias para difuminar nuestros afectos humanos y solidarios. Hace mucho tiempo que las sociedades cambiaron su preferencia por el insumo visual para construir conocimiento, relegando el oído a planos inferiores. No obstante, los docentes músicos debemos seguir retando nuestras memorias de escucha por el bien de las generaciones que necesiten nuevas fuentes para fortalecer sus acercamientos críticos a la información que reduce los entendidos. La música siempre aumenta las opciones.