El maestro de música como modelo de libertad: la trampa de la "calidad"

II

La reflexión continua sobre el quehacer de la música en la sociedad que nos habita es una buena ruta para encontrar y concienciar la complejidad de la tarea docente que significa su enseñanza. Según innumerables escritos, la exposición a la música ofrece experiencias tan diversas como seres humanos en el mundo. Partiendo de ese supuesto, la oferta académica-institucional de un docente-músico no debe apartarse de la misión que implica proveer nuevas dimensiones a la educación escolar. No cabe duda de que la gran mayoría de los educadores musicales pretenden producir los afectos que la producción sonora provoca. Sin embargo, no siempre el producto de nuestra labor satisface todas las miradas de la comunidad de aprendizaje y por consiguiente impacta la autoevaluación de su “calidad”.   

Las implicaciones de la calidad no siempre son compartidas por todos.  Obviamente, los factores que rodean toda la gestión son puntos para tomar en cuenta al momento de la evaluación final. No obstante, los principios sociales y pedagógicos del docente podrían superarlos si se confía plenamente en el esfuerzo contraído. En investigaciones que he realizado entre docentes de mi país, he podido observar que muchos de los docentes emplean métodos de enseñanza de su autoría y contenidos musicales adaptados a su entorno. En la mayoría de los casos, alejados de los supuestos de calidad que los currículos y cartas institucionales les imponen. Ciertamente, respondiendo a su contexto escolar.  Pero posiblemente a través de un régimen disciplinario que alimenta las habilidades útiles que elaboran seres sometidos, ejercitados y dóciles que los sistemas educativos reclaman en el modelo curricular. Un calco de los vínculos con la amenaza que recibieron durante la formación escolar como ciudadano (soldado, obrero, consumidor o devoto...).  

Sería propio preguntarse a quién responde la calidad que le exigimos a los alumnos. ¿El beneficio de la calidad se dirige a la satisfacción de las autoridades educativas o a los estudiantes? No es poco común que las expectativas curriculares estén desvinculadas con la realidad. Estándares e indicadores de calidad son ejemplos de eternizar la comparación entre individuos como dinámica de vida a través de la escuela. Es decir, modelos de supervisión que se enquistan al privilegio de “mandar a tocar la trompeta y luego ordenar que se calle”. Seguramente, un enseñante no limitaría el acceso a la experiencia musical a un estudiante desentonado, atípico o sin la edad cronológica que quiera disfrutar del canto coral. Este ejemplo es una acción clara de libertad pedagógica más allá de evaluaciones relativas que dividan a los individuos entre sí y que responden al modelo ideal que tiende a reducir los estudiantes a productos de mercado para el consumo.

Algunas recomendaciones concretas podrían abarcar espacios de acción que satisfacen los contenidos musicales de muchos currículos sin responder necesariamente a parámetros de calidad externos a la realidad escolar. Propondría establecer tres grandes apartados para ubicar estos contenidos: expresión, comunicación y creación. Por ejemplo, para iniciar una educación musical significativa habría que proveer una gran cantidad de experiencias musicales libres de análisis como es el cantar y cantar o la participación colectiva de ejecución musical activa, dinámica y democrática. La comunicación significa análisis de lo que se hace y se dice y la creación implica nuevas versiones de momentos musicales. El orden de los eventos no necesariamente sería lo idóneo. La libertad estriba en escoger lo relevante.

Concluyo con una viñeta relevante para la reflexión:

Una niña de primer grado de primaria escucha la siguiente letra:

“Todos los niños somos hermanos, indios, mestizos, negros y blancos. No importa nada que color tiene si a todos ellos muy bien los quieres. Por cada estrella que hay en cielo hay en la tierra un niño bueno.”

La niña: “Maestro, ¿porqué no se menciona a las niñas en la canción?”

Reflexión del maestro: ¿Qué tiene más calidad? ¿Su libertad de cuestionamiento o que aprenda la canción de memoria, afinada, con pulso y acento estable en un tiempo determinado?