El maestro de música como modelo de libertad: descubriendo la trampa del tiempo lectivo

I

Los retos que encara la educación durante el presente siglo están protagonizados por lograr una verdadera apertura a la diversidad y el desarrollo de la creatividad como modelo de gestión. Es un hecho que el acceso masivo a la educación pretendió desde el principio seres homogéneos sin pretensiones de autonomía. No olvidemos que la música como parte de la escuela fue concebida con las mismas intenciones de regulación social. Con solamente leer a fondo los objetivos de un currículo escolar típico se podría identificar a salto de vista la normalización del examen, la disciplina, los parámetros predeterminados del espacio de acción y el control del tiempo como ejercicios necesarios para fomentar la docilidad y la sumisión al castigo como los efectos de un ser. ¿Por qué el castigo es naturalmente inherente a la corrección del descarriado como dirían algunos? Hasta cierto punto la identificación del error como indicador de re enseñanza supera la relación del esfuerzo como muestra de aprendizaje. ¿Cuántas veces puntualizamos sobre las notas fallidas y olvidamos la mar de notas acertadas?

Por otro lado, el control de la actividad docente se establece dentro de unos márgenes de tiempo que no permiten modificaciones ante la necesidad del ser humano que aprende. El tiempo se presenta como sinónimo de seguridad colectiva y acomodo a los vaivenes del poder, representado por las autoridades administrativas, en favor de la uniformidad de los individuos. Es en este punto que se define todo este enjambre de imposiciones de ritmos y secuencias en el llamado tiempo lectivo de la comunidad escolar. Decía Pablo Freire que por el tiempo lectivo se habían desconocido muchos de los derechos laborales de los docentes. Calendarios con distribuciones de espacio a corto, mediano y largo plazo sin participación de todas las partes involucradas en el proceso educativo podrían ser parte de otra definición del término. Como reacción a este panorama, la música puede reclamar esos espacios de imaginación que muy difícilmente podrían definir las materias llamadas regulares.

El Ritmo, la secuencia, el patrón, la repetición, la velocidad y la autorregulación en la disciplina son conceptos que la música modifica constantemente. Por lo tanto, el maestro de música modela la libertad de su materia utilizando la creatividad como medio de retar los gestos de homogenización social como: la periodización, la exactitud, la puntualidad, la premura, la eficiencia… todos reflejados durante el llamado tiempo lectivo.  Algunas ideas podrían ser la descomposición de ritmos y sonidos, alternar modos sumándose a los mayores y menores, experimentar sensaciones auditivas modificando las partes de una pieza (Final, introducción y desarrollo como secuencia) entre otras provocaciones que irán surgiendo. Lo fundamental es decidir sobre el tiempo y la forma con una función no disciplinaria sin calificar la gestión como inservible y sí necesaria para el manejo amorfo del tiempo. Por ejemplo: utilizar músicas no relacionadas con el calendario escolar (canciones navideñas durante todo el año…), crear ejercicios musicales sin ceñirse al pulso modificándolo por tiempos aproximados (sin contar tiempos), intercambiar métricas en la misma canción, exponer a repeticiones del mismo contenido en varias instancias de la clase, a largar o acortar patrones rítmicos de forma hiperbólica, es decir, sugerir escritos musicales sin compases, la creatividad no tendría límite.

Seguiremos este ciclo de reflexiones de acción en torno al educador musical como modelo de libertad en el ámbito escolar. Comentarios, ideas o sugerencias siempre son bienvenidas.