El poder de la voz: conciencia social y audacia creativa como modelo de enseñanza musical

El levantamiento masivo de la sociedad puertorriqueña ante el panorama de corrupción gubernamental “repentinamente” descubierto tomó a muchos por sorpresa. Puerto Rico será otro a partir del periodo estival de 2019. Hasta este momento los puertorriqueños de letargo participativo no habían tenido que asumir posturas precisas sobre asuntos complejos como este que experimentamos. A eso se puede añadir que y, desde la perspectiva de Wagoner (2015), el magisterio de música no se involucra en luchas políticas profundas. No obstante, los tiempos obligan y reclaman de docentes con carácter y deseos de cambio social.

El próximo comienzo de clases estará enmarcado en un país donde la ingenuidad política, histórica, social o económica no será parte de ninguna gestión pública. En el ámbito de la educación, pretender analizar cualquier fenómeno artístico-cultural y, eso incluye la música, fuera del contexto ideológico sería totalmente inaceptable. No se puede olvidar que el acto de educar es uno político.

En una reflexión luego de tomar parte en varias manifestaciones públicas, escuchar la radio y echar un vistazo a múltiples expresiones artísticas que apoyan las demandas del pueblo muchas músicas me invaden. Consignas en forma de respuesta coral a través de megáfonos individuales, imágenes que se entrecruzan en fotos, luces, músicos conocidos y desconocidos que interpretan músicas reconocibles, ideas que vuelan, historias contadas a través de tambores; desahogo rítmico y melódico de emociones que se organizan panarmónicamente con voces a capella por encima de la música de consumo que sistemáticamente nos abruma a diario. Un acervo inmenso de grupos musicales vigentes o adhoc, canciones identitarias que vibran con mayor significado, en fin, una situación de involución artística orgánica. El ejemplo maravilloso de que los pueblos generan sus propias músicas desde sus sensibilidades compartidas en su espacio físico de pertinencia es un patrimonio cultural que no se construye desde la oficialidad sino desde sus bases como nación.

 Así que esta oportunidad de hacer consiente la importancia de la música en la expresión colectiva y solidaria no se puede invisibilizar en la escuela. De nuevo se enfrentan el currículo oficial y el oculto. Es el momento de guiar a nuestros estudiantes a apropiarse de su voz como experiencia de libertad colectiva y solidaria.

En esta parte extraigo recomendaciones prácticas y metodológicas del libro de Ricardo Capellano, Música del pueblo (1990). Con una visión para reivindicar espacios de creación para propiciar la identificación de los estudiantes con el proceso del arte musical, este autor, define como audacia creativa el proceso evolutivo de la música popular como modelo de enseñanza. Esta metodología implica el encuentro comunicativo, el valor de la relación humana, la distribución equitativa de los objetivos y el diálogo libre. Algunos de los aspectos relevantes de esta propuesta son: el recate de la esencia creativa de la música popular, la elaboración grupal de una idea original, la improvisación como proyecto sonoro y el uso de los instrumentos musicales u objetos con potencial sonoro (cacerolas, escobas, botes de basura, entre otros) como herramientas de expresión afectiva; una experiencia de plenitud vibrante que no se olvide.

La gestión musical en la escuela será sistemáticamente producida por los ritmos y formas tradicionales de música popular (local e internacional) a través de talleres creativos. El juego y el manejo de sonidos cotidianos tendrán marcada frecuencia en las sesiones de clase. En este contexto, la necesidad de expresión colectiva debe ser el objetivo principal de la experiencia escolar. Ofrendemos a nuestro estudiantado el regalo de su voz para que ame, cante y grite en libertad.