Características y retos de un(a) maestro(a) de música competente.

Comienzo por establecer algunos puntos de base para la continua revisión de nuestro quehacer con el objetivo de reclamar el espacio que nos corresponde como docentes.  Podríamos afirmar que un enseñante de música escolar debe estar en condiciones de afrontar todas las dimensiones de la responsabilidad que representa su trabajo si quiere que éste sea reconocido como profesional, demostrando un manejo suficiente de la materia y representando un modelo externo de preocupación constante por el conocimiento general y específico, sin perder de vista los componentes afectivos de la enseñanza, como el sentido del humor, la empatía, el entusiasmo y la actitud positiva en sus tareas cotidianas, incluso aunque el contexto sea desfavorecido y perjudique su expectativa de actuación docente.  

En un artículo publicado por Burdeva, T. (2005), The competence of music teachers at the elementary school, se identifican varias competencias que debe poseer un docente de música en la escuela primaria:

• Tener el conocimiento sobre estilos y significados expresivos de la música en el devenir de las épocas históricas.

• Ser capaz de analizar la estructura de una composición musical identificando los elementos que describen su forma.

• Poseer destrezas de ejecución instrumental y vocal.

• Contar con las herramientas necesarias que permitan desarrollar en las estudiantes algunas repuestas de tipo emocional a la escucha de la música, además de percibir imágenes visuales provocadas por esta.

• Conocer las estrategias de persuasión educativa capaz de comprometer a los estudiantes con la participación en actividades musicales que incluyan el canto como expresión artística-emocional, desarrollando sus destrezas vocales.

• Poder involucrar y propiciar el interés de los alumnos hacia la creación musical.

Por otra parte, utilizo un artículo publicado por Jones, P. (2007), Developing strategic thinkers through music teacher education: A “best practice” for overcoming professional myopia and transforming music education, para adoptar como referencia tres marcos de acción que podrían situar la profesionalización de los docentes de música con el objetivo de alcanzar la creación de una clase magisterial con plena conciencia de su valor social y superar los retos profesionales. En primer lugar, este autor habla de la gestión táctica, que define a los docentes que limitan su labor a satisfacer las necesidades musicales generales de su escuela y desarrollar las destrezas musicales de sus estudiantes en respuesta a la normativa académica que rige su tarea. A prima facie, este retrato de músico-educador no parece ser mal visto. Sin embargo, durante el tiempo de vida útil de un docente, mantenerse en esa zona de comodidad no lo hace un profesional, sino un obrero que reacciona para seguir instrucciones continuamente. En segundo lugar, se enumera la gestión operacional, que se da con el docente que es capaz de crear currículos apropiados a su comunidad o contexto, desarrolla metodologías propias e integra la música a otras materias como producto de las investigaciones multidisciplinarias que realiza con regularidad. Por último, la gestión estratégica describe un profesor cuya planificación comienza con una visión periférica a largo plazo, haciendo énfasis en los pasos escalonados hacia la meta principal, que es una educación musical integrada y pertinente. En caso de que un docente logre aglutinar todas estas iniciativas podría reclamar para sí el rango de profesional en todos sus sentidos. Sin duda, siempre hay espacio para seguir desarrollándose. Es cuestión de establecer metas y ser consistente en lograrlas. No importa los muchos o pocos años que se lleve en la profesión.