Ni músicos, ni maestros. Profesionales de la música.

La enseñanza de la música requiere de destrezas y recursos pedagógicos en el mismo ámbito que las demás materias con que se comparte el currículo escolar. Sin embargo, el concepto compartido que se tiene sobre las características de la tarea de un músico frente a la docencia dicta mucho de saberse clara y delineada. Pero más allá de definir o detallar los elementos que comparten, sería más constructivo delinear la ruta del nuevo profesional de la música que entre sus quehaceres laborales ejerce la docencia. El muy utilizado y controvertible aforismo; “Es más fácil convertir a un maestro en músico que a un músico en maestro”, cada día pierde su vigencia. Las exigencias de los nuevos tiempos para exhibir competencia efectiva en cualquier profesión requieren de una diversificación de capacidades poco experimentadas anteriormente. 

Durante muchos años he percibido un gran debate entre los músicos que minimizan la academia y los docentes que reclaman su lugar más por sus dotes pedagógicos que artísticos. La verdad es que en investigaciones recientes se delinea un conglomerado de características que ubican al músico-docente dentro de la categoría del profesional de la música.  Un músico que se forma de forma holística y práctica dentro un escenario diversificado en tareas y requisitos para conseguir la oportunidad laboral. Abriéndose la brecha entre el oficio de la música y el arte de la música como quehacer de vida. La docencia se ha convertido en un elemento ineludible para cualquier profesional de la música. Es decir que además de dedicarse a la música como interprete o como compositor es una condición indispensable tener formación en la enseñanza musical. A esta condición se le han añadido otras como el conocimiento de la tecnología informática, la gestión, el manejo de la lengua inglesa y las destrezas de comunicación efectiva tanto oral como escrita. Sin olvidar las destrezas sociales para lograr una convivencia justa y solidaria. Además de todo lo expuesto, también el entrenamiento en investigación social y educativa son parte de los atributos que cualquier docente debe tener en la actualidad.

Si antes el educador musical tenía razones más que suficientes para ocupar un lugar esencial en cualquier ámbito escolar, en estos momentos cobra una importancia vital para desarrollar experiencias significativas y oportunidades para fortalecer la inteligencia creativa. Por otro lado, debemos guiar a las autoridades escolares a maximizar nuestro potencial. En otros estudios a los que he tenido acceso, se menciona que en no pocas ocasiones los directores de escuela utilizan al enseñante de música como promotor y realizador de espectáculos más que como un docente en todas sus dimensiones.  

En conclusión, el maestro-músico que es parte del profesorado de una institución escolar amplia su competencia profesional componiendo, cantando, bailando, ejecutando objetos sonoros, guiando y colaborando con sus colegas, utilizando aplicaciones digitales en sus cursos (donde se pueda), investigando y un largo etcétera que implica una inserción total en el ambiente sonoro y musical de la escuela. El gran reto es poder hacer un balance sin perder la alegría de seguir creciendo como artista de la música.