Manejo responsable de conductas ruidosas en el salón de música

Usualmente, en la clase de música se realizan actividades muy diferentes a las de otras materias. Por mucho tiempo la educación tradicional a apostado a que la conducta de los estudiantes debe ser exactamente igual durante todo el día. Sin embargo, existen factores como el horario, los estados de ánimo y algunas condiciones psicológicas que hacen muy complicado que esto se dé. El ver el proceso educativo como uno uniforme solo pretende imponer una conducta pasiva y acrítica, es decir; sin imaginar, disentir o cuestionar. Por el contrario, la música bien empleada propone nuevos enfoques y visiones de mundo a través de las experiencias sonoras durante una sesión de clase.

No debe haber duda de que los nuevos tiempos procuran de mucha creatividad para poder sobrevivir. Desde mi perspectiva, la música para educar tiene una gran oportunidad de convertirse en la fuente más valiosa de inteligencia creativa y a su vez de un nuevo modelo de interacción ciudadana. Todo proceder del ser humano tiene su génesis en sus experiencias de vida. En esa dirección, ese estudiante que llega al salón de música para cantar, escuchar o ejecutar un instrumento no está exento de esa condición.

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“Debemos recordar que no hay recetas para todas las situaciones de comportamiento indeseado ni se puede intervenir siempre de la misma manera…”

Aquí algunos pasos para identificar y manejar una conducta ruidosa;  primeramente, debemos analizar si ese comportamiento es repetitivo y si tiene una misma cronología de eventos. Por ejemplo; un estudiante está desatendido mientras el profesor se ocupa de corregir o demostrar algún pasaje o letra de una canción. Luego este hace sonidos innecesarios, se mueve mucho en la silla y la consecuencia es que el profesor lo ubica cerca o le ofrece atención para detener la conducta. Seguramente, esta conducta se repetirá pues se logró el objetivo de tener la atención para sí. Posiblemente, si es ignorado o se le aplica algún tipo de sanción ya sea una aprobada por la administración escolar o una que el estudiante no pueda participar de la actividad por un momento determinado pueda llevar el mensaje esperado. Por otro lado, se puede redirigir la gestión recalcando el buen comportamiento de este en todo momento que lo demuestre.

Debemos recordar que no hay recetas para todas las situaciones de comportamiento indeseado ni se puede intervenir siempre de la misma manera. Lo que sí estamos seguros es que dirigir los esfuerzos hacia las necesidades propias de cada estudiante nos augura un mejor desenlace en el manejo de cualquier situación conflictiva.

Ciertamente el comportamiento de los alumnos no es predecible. Tampoco los momentos de desasosiego y frustración están lejos de la realidad del maestro. No obstante, una lista de posibles consecuencias pensadas con anticipación podría minimizar comportamientos difíciles de manejar. Pero en caso de que las estrategias a emplear encuentren lugares insospechados el educador debe asegurarse de que estas no desemboquen en alguna confrontación, que estén dentro del marco de las guías institucionales para el manejo positivo y constructivo de comportamientos retantes y sobre todo que la seguridad tanto del estudiante como del maestro no este en entredicho.