La educación musical como delación de asombro y conocimiento
Luego de tropezar con la afirmación del escritor puertorriqueño Luis Rafael Sánchez y reflexionar a través de sus contenidos, la idea de la educación adquiere nuevos significados. Esta vez, tomando la belleza de sus palabras como sonidos que cantan los colores de la claridad que guía los pasos de un artista-educador. Si sustituyéramos el producto de la obra literaria por el proceso de la gestión educativa, supondría la alusión general a que el educar implica un acto de delación o la denuncia de situaciones inaceptables sin desaprovechar la ocasión. Cada día más se alzan sociedades que luchan por libertad, democracia, oportunidad, respeto, equidad y justicia. Es decir, los elementos necesarios para un mundo en paz. Por lo tanto, la educación en todas sus formas (formal, informal y no formal) no puede minimizar estas situaciones.
Desde la perspectiva de la música y su enseñanza, crear vida implica descubrir nuevos espacios de experimentar la sensación de plenitud que provoca el saber a través del descubrimiento de saberes o el resultado del asombro placentero. En una sesión de aprendizaje musical se puede ejecutar un instrumento, se puede cantar, se puede bailar y se puede crear con la alegría de cumplir sueños cercanos o lejanos. La música permite construir libertades a través de la improvisación. Para improvisar se necesitan elementos de vocabulario sonoro que se adquieren de manera paulatina escuchando, imitando y experimentando con músicas diversas. Luego de adquirir esas formas de expresión, se ejecutan de forma personal con el objetivo de comunicarse son sus cohabitantes y promover el acompañamiento. Sin olvidar, que el maestro debe mantener un ambiente de respeto, empatía y apertura en el espacio de acción. En este caso, la dilación estriba en la expresión es una forma de libertad que se construye desde adentro y que hay que cuidarla. El principio de democracia se debe observar oponiéndola a la tiranía, transformando el concepto de mayoría como ley absoluta y promoviendo la participación en los procesos.
Una forma rápida de desmantelar las jerarquías en el salón de clases es cambiando la posición de sillas o formaciones de organización de los estudiantes, las filas no son opción. Círculos, cuadrados, medialuna, diferentes grupos (dúos, tríos, cuartetos…), entre cualquier otra forma que se puedan ubicar de frente, de espaldas o de lado. Así se debe ampliar las oportunidades de todos los estudiantes y evitar el protagonismo de los más talentosos o sobre estimulados. Por otro lado, el maestro abandona su posición de capo y establece sus desplazamientos desde diferentes puntos o ubica diferentes estaciones en caso de que deba permanecer en un punto por un tiempo prolongado de la clase. Además, su privilegio de escoger todo el contenido musical de las actividades o el repertorio se comparte de forma concreta. Por ejemplo, se pueden redactar boletas de votación para escoger repertorio previamente enlistado, procesos deliberativos para escoger actividades que tomen en cuenta la minoría o establecer criterios para permitirse privilegios como bailar mientras los demás tocan o ser solista en conciertos instrumentales o vocales. En resumen, evitar cualquier tipo de discriminación por género, raza, religión o procedencia socioeconómica, ya sea suprimiendo obras musicales o imponiéndolas respondiendo a estándares descontextualizados. La gran ventaja es que la música misma tendrá los mensajes precisos en cada momento.