¡Alerta, alerta! Los datos invaden las aulas de música
Tanto la educación musical pre-moderna, la moderna, así como la anti-moderna encuentran puntos de convergencia poco considerados. Esta reflexión me lleva a la diversidad de opiniones en cuanto respecta a una educación musical de calidad. Sin dejar de denunciar la marcada superficialidad del opiniodado en asuntos de educación en contraste con profesiones relacionadas con la ciencia o las matemáticas. Recuerdo en una ocasión una familia, mostrándome la recomendación de un dentista, que me indicaba el instrumento musical que debía asignarle a un estudiante, en una clara degradación a mi experiencia como docente. Sin embargo, en una investigación muy rápida en la internet descubrí varios artículos en torno al tema que desgataban la magna opinión del galeno que eduqué a través de mi respuesta. Este ejemplo, podría invitar a una acción asertiva en torno al uso de la referencia científica como herramienta discursiva sin privilegiarla sobre nuestras experiencias o propósitos educativos. Recientemente tuve el acceso a un concienzudo estudio que concluyó que la complejidad melódica de las canciones más populares ha ido disminuyendo durante los últimos 70 años, con dos caídas profundas que los autores como Hamilton y Pearce (Nature, Scientific Reports, 2024) relacionan con el auge de la música disco y del hip hop. Su conclusión fue que las melodías de las canciones más populares son cada vez más simples y repetitivas. Posiblemente podríamos respaldar los hallazgos, pero también cabría alguna sospecha de un sesgo en la interpretación. Desde mi perspectiva, esta investigación solo reafirma la experiencia de grandes educadores musicales que históricamente han promulgado las melodías simples sobre las complejas en las primeras etapas del desarrollo musical. Para otros, podría parecer un descubrimiento sagrado partiendo de la premisa de que esta revista científica está entre las más citadas del mundo, ¿y…? La biomecánica y la neurociencia, entre otros ejemplos de la ciencia, también hacen sus aportes. Mi planteamiento no es excluir estos saberes sino tomarlos en cuenta como parte de nuestra cartera de conocimientos. Así, nuestra docencia seguirá siendo significativa si valoramos la experiencia en nuestro entorno social, económico, laboral y político con propósitos claros como educadores consientes. Entonces ¿qué acción formadora o gestión de investigación de contenidos guían a un docente de música a significar la música que formará parte de su oferta académica para un nuevo curso? Las opciones se pasean entre repasar los gustos musicales más populares, indagar sobre las músicas del mundo (clásica o representativa de regiones), enfatizar en una profundización de la música autóctona o simplemente mirar el currículo oficial para seguirlo sin más. Cada docente tomará la decisión que le permita su conciencia ideológica. No obstante, seamos conscientes de que el mundo en constante evolución podría pasar de un extremo a otro nuestra posición vital en una sociedad global cada día más polarizada entre humanistas y supremacistas. Infelizmente, observo más técnicos de la educación musical desde la manufactura del consentimiento, como diría Noam Chomsky, que músicos-docentes decantándose por la efectividad de la ejecución sobre la eficacia de la experiencia y el pensamiento crítico en el arte musical. Reflexionemos y observemos…