Enseñar música en todo tiempo: El arte transformador

La nueva era de la educación debe provocarnos reflexiones sobre nuestro quehacer, profesión, sentir y misión. ¿Por qué seguimos insistiendo en ser educadores o, mejor dicho, en educar? ¿Por qué a través de la música? La situación que nos presenta la experiencia del distanciamiento y el encierro también es una oportunidad única de visibilidad institucional y social para la música en la escuela. La habitual proeza del maestro de música dentro de las instituciones educativas por fin se aleja de la avidez de lo representativo como prueba constante de nuestra pertinencia como profesionales entre los docentes. La presión performativa nos aleja de la sustancia. Además, nuestros colegas de otras materias han tenido que explorar entre sus destrezas artísticas, que siempre hay, para enriquecer sus clases. Es decir, nuestra paleta colorida se amplia con nuevos matices, vivimos otros tiempos. Para qué necesitamos el pulso, si muchas otras civilizaciones no lo utilizan (la música clásica hindú, por ejemplo), el ritmo retarda su acción y la armonía tonal navega entre sus propiedades micro-sonoras. La nueva situación mundial nos invita a crear nuevas rutas de gestión educativa.

¿Qué mejor momento para replantearnos nuestra misión socio-educativa? Sí, es cierto que todavía existen muchos agentes que convencer sobre el beneficio de la música en la escuela, también el aumento de adeptos a nuestra labor sigue en ascenso.

No se han dado cuenta que nuestra indefinirentena (ampliando la cuarentena) no es para pensar en lo que pasa. Sino para entretenernos en el pasado volviendo a ignorar el presente. Transformemos nuestras clases en informes del presente. El instrumento musical que se presenta para afinar es el internet. Los tiempos de pandemia son propicios para nuevas experiencias; sin pulso estable, señal inestable, sin energía estable, etc. No en pocas ocasiones he estado observando las nuevas destrezas tecnológicas de los docentes musicales (edición en vídeo y audio) desde la nostalgia tratando de suplir la conducta generalizada de adaptación y reajuste acrítico de las masas.

Por otro lado, también he disfrutado de otros que, con las mismas destrezas, crean nuevas propuestas didácticas y medios de llevar los contenidos de forma pertinente a los tiempos (canales de Youtube, blogs, et.). No podemos olvidar que las artes visuales nos han dado la noción del tiempo desde la prehistoria. Artistas como Goya (1798-1800) en El corral de los apestados y Munch (Noruega,1836-1944) con El grito son algunos ejemplos de ello. Desde el arte sonoro, Penderecki (1933-2020) compuso desde la tragedia de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki y Orellana (Guatemala, 1930-) creó útiles sonoros para informar musicalmente los estragos del conflicto armado de su país. Con todas las fuentes sonoras que tenemos a nuestra disposición es propio que podamos crear mensajes musicales recreando o pormenorizando como se transforma el mundo y nuestro alrededor desde nuestras aulas. Las nuevas arbitrariedades pueden ser descubiertas y cuestionadas. Más allá de las herramientas metodológicas de Kodaly, Orff, Dalcroze o Suzuki se suma a nuestro repertorio las nuevas plataformas digitales (Finale, Garage Band, Google suite, etc.) que osan dirigir nuestras propuestas de verdad artística como diría el antropólogo Byun Chul Hang en su libro La salvación de lo bello (2015). Hay que asumir este nuevo reto desde el arte musical para no permitirlo. Existen más opciones.